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julio 14, 2025

Heladas en Frutillas: Guía Completa de Impactos y Estrategias de Control

Tabla de contenido

Tipos de heladas

Las heladas representan una amenaza crítica para el cultivo de frutillas (fresas), pues temperaturas bajo cero pueden dañar los brotes, flores y frutos jóvenes, reduciendo drásticamente el rendimiento. Las heladas se clasifican principalmente en radiativas y advectivas (o por advección). Las heladas radiativas ocurren en noches despejadas y sin viento, cuando el suelo pierde calor por radiación y se forma una inversión térmica en las capas bajas del aire. Este enfriamiento intenso provoca escarcha (“heladas blancas”) que cubre el follaje con hielo (la superficie de plantas aparece blanquecina).

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En cambio, las heladas advectivas o «heladas negras» son causadas por el ingreso de masas de aire muy frío que se desplazan sobre grandes áreas, suelen presentarse con viento fuerte y aire seco, y pueden extenderse varias horas o noches seguidas. Las heladas advectivas suelen ser más dañinas en frutales porque el viento dificulta la protección activa y las temperaturas pueden bajar considerablemente.

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En resumen, mientras las heladas radiativas son fenómenos localizados de enfriamiento nocturno (frecuentes en valles y después de días lluviosos), las advectivas implican viento y aire seco y afectan amplias regiones con múltiples noches de frío intenso.

Daños en el cultivo de Frutilla

El daño por heladas en las plantas de frutilla no se debe al hielo superficial, sino a la formación de cristales de hielo en los tejidos. El agua en los espacios intercelulares cristaliza, extrayendo líquido de las células y provocando deshidratación celular, o bien forma cristales internos que rompen las paredes celulares. La temperatura a la cual comienza el daño (temperatura crítica) depende del tipo de tejido y etapa de desarrollo. En frutilla, las etapas reproductivas son las más sensibles. Por ejemplo, la corona (tejido de unión entre raíz y las hojas foliar) de la planta resiste fríos hasta alrededor de -6,7°C (20°F) antes de sufrir daños severos.

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Al congelarse los espacios intercelulares y el agua en las paredes celulares, los cristales de hielo dañan las membranas celulares generando deshidratación y colapso.

En cambio, las flores y frutos en formación comienzan a dañarse a temperaturas apenas bajo 0°C. Estudios indican que capullos florales cerrados (“tamaño botón apretado”) toleran hasta cerca de -6°C (22°F), brotes en etapa “popcorn” toleran alrededor de -3°C (26,5°F) y flores abiertas mueren cerca de -1°C (30°F). El fruto en desarrollo sufre daños irreversibles hacia -2,2°C (28°F). En la práctica, se ha observado que temperaturas por debajo de 20°F (-6,7°C) pueden matar los botones florales y dañar las raíces y la corona de plantas no protegidas, mientras que temperaturas de ~0°C afectan gravemente las flores abiertas.

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Las flores expuestas son los órganos con los tejidos más sensibles al daño por heladas.

Cuando la helada ocurre en fase de flores cerradas, típicamente ocurre el fenómeno llamado «flor negra», en dónde las estructura más sensibles de la flor mismos, como los carpelos, se necrosan, mientras aun los pétalos y sépalos permacen en buena condición.

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Síntoma llamado Flor negra, con pétalos y anteras intactos pero con los carpelos quemados, causado por heladas que afectaron a nivel de botón (izquierda). A la derecha a diferencia una flor que sufrió la helada estando totalmente abierta, quemándose todas las estructuras.

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Por otro lado, los frutos que son el segundo órgano más sensible al daño por helada, dependiendo del grado del evento, pueden terminar completamente congelados, duros al tacto y licuarse por completo su pulpa, o bien en eventos menos fuertes, recibir una necrosis parcial.

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Flores que sufrieron daños parciales por estar protegidas entre plantas o bien por tratarse de un evento no tan fuerte, terminan muchas veces en frutos deformes.

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A nivel de hojas, aquellas más jóvenes son las más susceptibles de recibir el daño por heladas, por tratarse de hojas tiernas y con alto contenido de agua y bajo en osmolitos.

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Técnicas pasivas de protección

Las técnicas pasivas son medidas de manejo implementadas antes de que ocurra la helada para reducir su impacto. En general son más económicas y pueden incluso disminuir la necesidad de intervenciones activas. Entre las medidas pasivas para frutilla se incluyen:

  • Selección del sitio: Evitar terrenos bajos o depresiones donde se acumula aire frío, y preferir suelos con buena capacidad de acumulación de calor (suelos arenosos o húmedos transfieren mejor el calor hacia las plantas que suelos orgánicos). También orientar las hileras favoreciendo la evacuación de aire frío, siempre que esto no provoque otros problemas (erosión, etc.).
  • Selección de variedades y fecha de plantación: Emplear cultivares más tardíos en floración o genéticamente más rústicos. En regiones frías se suele preferir fresas June-bearing (Día Corto) que suelen ser más rústicas y resistentes al invierno, mientras que variedades day-neutral o neutrales al día suelen necesitar mayor protección invernal. Como regla general, retrasar la floración ayuda a reducir el riesgo de daño.
  • Cobertura del suelo / mulching: Mantener una cobertura de rastrojo, paja o mulching orgánico en otoño/invierno protege la corona y las raíces. Un suelo con humedad cerca de campo (riego previo o suelo húmedo) almacena más calor y en general eleva ligeramente la temperatura ambiente (se ha medido una mejora de ~0,3°C en comparación con suelos secos). El mulching de paja («mantillo de invierno») es habitual: no solo aísla del frío extremo, sino que retrasa el desarrollo en primavera unos días, brindando protección contra heladas tardías. Sin embargo, conviene retirar el mulching gradualmente en primavera a medida que se acerca la floración, para evitar dañar flores por exceso de retención de humedad.
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En sistemas de cultivo tipo Matted Row o Hileras en Manto, se utiliza paja como mulching para proteger a las plantas del frío. En plasticultura, se utiliza mulch plástico de polietileno de diversos colores.
  • Cubiertas físicas (mantas térmicas y túneles): Utilizar cubiertas no tejidas de polipropileno (mantas termicas) o túneles plásticos bajos sobre las hileras. Estas cubiertas ligeras atrapan el calor residual y pueden elevar la temperatura bajo ellas varios grados. Por ejemplo, un plástico fino puede aumentar 1–2°C el microclima interior y uno de doble capa hasta ~5–6°C. Por otro lado las cubiertas térmicas pueden incrementar en 2-3°C la temperatura del cultivo, deben colocarse la tarde anterior a la helada esperada y retirarse tras el evento. Aunque protegen bien de heladas radiativas moderadas, en heladas advectivas muy intensas su efecto es limitado.
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Macrotúneles que otorgan protección preventiva ante eventos de heladas moderados.
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Sistema de producción con microtúneles que otorgan una protección general ante el frío, pero con heladas muy intensas ofrecen protección limitada.
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El uso de mantas térmicas de prolipropileno posee comprobado beneficio contra heladas
  • Barreras contra el viento: Plantar cortavientos (árboles, setos) perpendiculares al flujo frío principal puede reducir la llegada de aire helado a las franjas de frutilla. Esto es más factible en plantaciones grandes y fijas. Asimismo, se recomienda eliminar cualquier obstáculo que provoque embalses de aire frío.

En resumen, las técnicas pasivas potencian la acumulación de calor en el sistema y reducen la pérdida de calor nocturna. En la práctica, combinarlas (suelo húmedo + cobertor + mulching) incrementa la seguridad, pues cada grado extra de protección puede marcar la diferencia entre daño y salvación del cultivo.

Métodos activos de protección

Los métodos activos se aplican durante la helada para impedir que la temperatura crítica se alcance en los tejidos de la planta. Suelen requerir energía (electricidad, combustible, agua) y su éxito depende de iniciar la operación en el momento oportuno. Entre los métodos activos más usados en frutilla figuran:

  • Riego por aspersión de noche: Es el método más difundido en plantaciones de fresa, especialmente en Estados Unidos. Al pulverizar continuamente agua sobre la planta mientras la temperatura baja a 0°C, el agua se congela liberando calor latente de fusión (144 BTU/lb de agua). Este “efecto iglú” mantiene la superficie de hojas y flores a ~0°C mientras haya hielo formándose, protegiendo los tejidos internos. La aspersión efectiva mantiene la temperatura de las flores justo en el punto de congelación sin que caiga más abajo.
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Fundamente físico de la liberación de calor en el proceso de congelamiento del agua.

En frutilla se recomiendan caudales de riego de 3–4 mm/h para cubrir la demanda térmica del cultivo. Su ventaja es que combina protección con otros usos del agua (prevención de sequía, control de temperatura), y generalmente su costo operativo es bajo. Sin embargo, requiere gran disponibilidad de agua y energía de bombeo; si no se aplica suficiente agua o se detiene antes de tiempo, el enfriamiento por evaporación puede agravar el daño. En la Florida (EE.UU.), por ejemplo, se ha establecido encender los aspersores cuando la temperatura en la plantación llega a ~-1°C (31°F) tras la brotación, siempre manteniendo el sistema activo hasta que las temperaturas vuelvan a subir. La aspersión es tan efectiva que se reporta protección incluso hasta ~-5°C en plantaciones cubiertas, con un bajo costo operativo (dado el alto beneficio en salvaguardar la cosecha).

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Órganos totalmente cubiertos de agua congelada, la que les entregó su calor al congelarse y así permanecen íntegros.

💡 Tip del Asesor Fragaria 🍓

«Nunca inicies el riego antihelada por temperatura ambiente solamente. Usa sensores de punto de rocío o estaciones agroclimáticas locales, ya que el punto de rocío determina cuándo realmente comienza la formación de hielo en tus plantas. Regar demasiado tarde puede causar más daño que no regar.»

✅ Consejo práctico: instala sensores de temperatura y humedad relativa cerca del nivel de las flores o corona de la planta para decisiones precisas.

  • Ventiladores antihelada (torres de viento): Estos ventiladores industriales se usan principalmente contra heladas radiativas. Aprovechan la inversión térmica al mezclar la capa de aire cálido superior con el aire cercano al suelo, evitando que se forme la capa fría estratificada. Una sola máquina (ej. tipo FrostBoss) puede proteger de 6 a 8 ha con apenas 2,5–3,3 L de diésel por hectárea-hora. Son adecuados para plantaciones extensas donde hay inversión térmica estable y vientos muy bajos. Según estimaciones, ofrecen un menor consumo de combustible por hectárea que quemadores o aspersores grandes, aunque su instalación es costosa. Funcionan mejor en heladas blancas moderadas; en heladas advectivas (con viento) su eficacia es limitada.
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  • Calefactores y antorchas: Tradicionalmente se han usado quemadores de combustibles (aceite, gas) levantados en orillas o tractor, conocidos como antorchas de helada. Son prácticos y efectivos para proteger pequeñas áreas o huertos reducidos. Su ventaja es el precio inicial relativamente bajo por unidad, pero el combustible (propano, gasóleo) es caro, lo que los vuelve costosos de operar en grandes superficies. Las estufas de gas o combustibles sólidos incrementan la temperatura ambiente en varios grados cercanos, pero han sido superadas por métodos modernos en cultivos extensivos. Otra modalidad es el uso de lámparas de calefacción o cintas térmicas, aunque su uso en campo es limitado debido al costo y complejidad. Sin embargo, en cultivos bajos (como la fresa) suelen ser menos eficientes que el riego por aspersión, que proporciona una mayor ganancia térmica por menor costo, y más problemáticos en términos de gestión y contaminación. En situaciones de escasez de agua y necesidad, su uso podría considerarse como complemento de ventiladores, pero no como método principal.
  • Drones y helicópteros: En los últimos años se han explorado dispositivos aéreos equipados con hélices (“drones antihelada” o helicópteros tripulados) para mezclar el aire en huertos grandes. Estos sistemas actúan como ventiladores móviles: se posan sobre la plantación y mezclan el aire caliente de arriba hacia abajo, luego se trasladan a otra zona. Aunque interesantes en teoría, su costo operativo (combustible, operación) es muy alto, por lo que se usan solo en casos excepcionales o en cultivos muy valiosos.

En la práctica, los productores suelen combinar métodos según las condiciones meteorológicas. Por ejemplo, se puede aplicar riego si el evento es radiativo y moderado, y activar ventiladores si la inversión térmica persiste. No hay un método perfecto: cada uno tiene límites y costos operativos, y la decisión depende del tipo de helada, la topografía y el costo-beneficio de la cosecha. Como resumen, en términos de costo-efectividad la aspersión suele tener mejor relación beneficio/costo para frutilla, seguida por ventiladores en grandes huertos, mientras que ventiladores móviles y calefactores presentan beneficios más limitados por su alto gasto energético.

Bioestimulantes con efecto protector contra heladas

Se han identificado varios bioestimulantes que refuerzan la tolerancia al frío y los daños por heladas en plantas. A continuación, se presentan sustancias con respaldo científico, algunas con pruebas directas en frutilla:

1. Glicina betaína (GB)

  • Estudio en frutilla: Rajashekar et al. (1999) demostraron que 2 mM de GB aplicada exógenamente en Fragaria × ananassa aumentó la tolerancia al frío en hojas al doble de lo que soportan sin tratamiento, mejorando la viabilidad de la planta y su recuperación tras heladas leves.
  • Estudios en otras especies mediante aplicación foliar/sub-irrigación de 30 mM de GB redujeron daño tisular tras exposiciones a –2,5 y –3,5 °C, con menor peroxidación lipídica y mayor actividad antioxidante (CAT, APX, SOD).

2. Osmoprotectores múltiples: trehalosa, prolina, ácido salicílico

  • En frutilla: Un estudio comparativo (2019) probó GB, trehalosa, prolina y ácido salicílico ante 5 °C durante tres semanas y posterior exposición a –10 °C. Todos redujeron la fuga de electrolitos, pero el ácido salicílico fue el más efectivo ante el frío extremo.

3. Bacterias promotoras del crecimiento (PGPR)

Aunque más estudiadas en otros cultivos, estas bacterias mejoran la resistencia al frío:

  • Bacillus GBAC46 y RJGP41 (aislados en ambientes fríos) promueven tolerancia al frío en tomate o trigo mediante producción de IAA y aumento de enzimas antioxidantes (SOD, CAT, APX).
  • En trigo, Bacillus psicrófilos inducen mayor acumulación de proline, modulación de ácido abscísico y menor peroxidación lipídica durante estrés a 4 °C.
  • Existe un enfoque biotecnológico que consiste en aplicar bacterias no nucleadoras que colonizan competitivamente la superficie foliar, desplazando o inhibiendo a especies de bacterias que poseen proteínas de activación de sitios de nucleación, empeorando el daño por eventos de heladas. Entre estas bacterias dañinas se tiene a Pseudomonas syringae y Erwinia herbicola. Entre las bacteris antagónicas o benéficas más estudiadas están ciertas cepas de Pseudomonas fluorescens, que no poseen actividad nucleadora de hielo y actúan bloqueando el sitio de acción de las bacterias dañinas. Estudios en manzano, vid y fresa han demostrado que estas bacterias inocuas, aplicadas de manera preventiva en hojas y flores, reducen significativamente la incidencia y severidad del daño por heladas, al minimizar los puntos de iniciación de cristalización.

4. Extractos de algas y biopolímeros

  • Extractos de algas marinas: Ricos en polisacáridos y antioxidantes, han reducido daños causados por frío en tomate, estimulando defensas antioxidantes y acumulación de osmolitos. El uso de algas debe entenderse como un aliado preventivo que ayuda a preparar a la planta para resistir condiciones adversas, no como un bioestimulante derechamente hecho para control de heladas preventivo.

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Integración en programas de protección

Todos estos métodos se integran en una estrategia pasiva: se aplican antes del evento de helada para preparar fisiológicamente la planta:

  • La GB, trehalosa, pro­lina y ácido salicílico se aplican foliarmente 1–3 días antes de condiciones de frío.
  • Las PGPR se administran por suelo o follaje días o semanas antes para inducir resistencia.
  • Los extractos de algas se utilizan en aplicaciones foliares recurrentes previas al evento para activar el Priming y mejorar respuesta al estrés y respuesta a la recuperación post evento.

No reemplazan las medidas activas (riego, ventiladores) pero pueden ampliar el margen de seguridad térmica en 2–4 °C, reducir daños y acelerar la recuperación del cultivo.

Monitoreo y predicción de heladas

Un pilar clave es monitorear la temperatura local y anticipar eventos de helada con suficiente anticipación. Se recomienda instalar al menos un termómetro de mínima o un sensor remoto en cada bloque de cultivo. En zonas críticas, se usan redes de sensores IoT que miden temperatura, humedad y punto de rocío en tiempo real a varias alturas. Estos sistemas pueden generar mapas térmicos de alta resolución (~30 m) para identificar puntos fríos dentro del terreno.

Además, conviene vigilar previsiones meteorológicas especializadas, focos de alerta agronómicos o apps móviles. En lugares avanzados se emplean modelos de predicción con inteligencia artificial (redes neuronales) que anuncian heladas con 12–24 horas de antelación. Por ejemplo, algunos servicios envían alertas por SMS al acercarse la temperatura al umbral crítico de daño, combinando pronóstico general con datos locales.

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Actualmente Chile por ejemplo, cuenta con un sistema de alerta temprana de heladas para preparar los métodos de control activo. Puedes ingresar aquí https://alertas.agromet.cl/monitoreo

El uso de punto de rocío es esencial: si el aire se satura, es probable que se forme escarcha y el daño de la planta aumente. En heladas radiativas se considera prudente encender el sistema de protección cuando la temperatura del aire libre (en un sitio expuesto) alcanza algunos grados encima del límite crítico, basándose en datos de punto de rocío y temperaturas a nivel de brote. Por ejemplo, en plantaciones de Florida se espera a que el termómetro en la altura de las flores marque -0.5° C (31°F) antes de iniciar aspersión.

Punto de rocío (°C)Temperatura del aire sugerida para iniciar el riego (°C)
–1,1 °C0,0 °C
–1,7 °C0,5 °C
–2,8 °C1,1 °C
–3,8 °C1,6 °C
–4,4 °C2,7 °C
–5,5 °C3,3 °C
–6,7 °C3,8 °C
–8,3 °C4,4 °C

En Latinoamérica en general se advierte la creciente necesidad de sistemas de alerta temprana. Un reporte de la industria destaca que la variabilidad climática reciente ha disparado eventos catastróficos de heladas incluso en zonas no tradicionales, por lo que «contar con buenos sistemas de pronóstico» es prioritario. La combinación de datos globales (servicios meteorológicos) con mediciones locales (sensores en campo) permite calibrar mejor las decisiones (por ejemplo, programa automático de encendido de ventiladores según umbral). En definitiva, el monitoreo cuidadoso y la predicción oportuna son tan importantes como los métodos de protección en sí para minimizar pérdidas.

Perspectiva global y costos de protección

Las técnicas descritas se emplean a nivel mundial en regiones productoras de frutillas con riesgo de heladas. En Estados Unidos (Florida, California, Carolina del Norte, etc.) los productores usan ampliamente el riego antihelada; por ejemplo, en Florida se ha estandarizado encender aspersores al llegar a ~-1°C para proteger las flores.

En contraste, en algunas zonas de Chile y Argentina, donde las heladas advectivas del sur son frecuentes, se invierte en ventiladores industriales e incluso en sistemas de calefacción (quemadores de gasóleo) en huertos de frutos delicados y altamente rentables. En Europa, las cubiertas flotantes (row covers) son populares en pequeños cultivos de fresa en primavera, mientras que en regiones más frías (p. ej. Polonia, Reino Unido) se aplican métodos mixtos (riegos + túneles) para extender la temporada con seguridad.

Respecto al costo y eficacia, no hay un método único rentable en todas las situaciones. La literatura señala que los ventiladores antihelada «cubren áreas grandes con relativo bajo costo» de combustible, siendo muy eficientes en heladas radiativas moderadas. Sin embargo, requieren inversión inicial alta. El riego, en cambio, demanda menos inversión inicial (mangueras, bombas) y tiene un bajo costo operativo comparado con bombas de gran caudal, pero consume grandes volúmenes de agua.

Los calefactores térmicos presentan un buen desempeño local (suben varios grados al instante) pero su gran consumo de combustible los hace costosos en huertos grandes. En líneas generales, se recomienda comenzar la protección con el método de menor costo operativo (p. ej. bombas de aspersión) y complementar si es necesario (añadir ventiladores o quemadores según demanda).

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En cuanto a las diferencias entre variedades, aunque se dispone de poca información técnica específica, se sabe que la tolerancia al frío puede variar algunos grados entre cultivares de frutilla. Estudios en invernadero indican que el rango de tolerancia floral entre variedades puede alcanzar 3°C de diferencia, lo que significa que ciertas variedades pueden soportar heladas leves mejor que otras (por ejemplo, en EE. UU. las variedades “June-bearing” o Día Corto tradicionales suelen considerarse más resistentes que las de Día Neutro sensibles). Por ello, se recomienda probar en cada región varias variedades locales o asesorarse con ensayos regionales de rendimiento y resistencia al frío.

En resumen, la mejor estrategia contra heladas en frutilla suele combinar prevención pasiva, vigilancia constante y respuestas activas oportunas. Mantener plantas sanas y bien nutridas también mejora su resiliencia natural. Una práctica moderna de gran valor para productores es el uso de tecnología: sensores de temperatura en campo, alertas móviles y modelos predictivos pueden marcar la diferencia entre salvar la cosecha o perderla.

En definitiva, aunque ningún método de protección es infalible, la literatura técnica y las experiencias globales demuestran que los sistemas de aspersión de agua y las cubiertas físicas son herramientas comprobadas y asequibles para controlar las heladas en cultivo de frutilla. Además, la implementación de barreras naturales y cobertores pasivos puede añadir varios grados de protección sin un alto costo. La clave está en combinar técnicas según el tipo de helada esperado (radiativa vs advectiva) y las condiciones locales, apoyándose en monitoreo preciso y en variedades apropiadas. Así, los productores y técnicos latinoamericanos podrán diseñar planes de manejo que protejan al cultivo de frutilla de las heladas, reduciendo riesgos económicos y elevando la competitividad de la industria regional.

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