En una estrategia innovadora y alineada con la agricultura sostenible, autoridades catalanas han iniciado la liberación de Ganaspis kimorum, una avispa parasitoide, para combatir la plaga de la mosca de las alas manchadas (Drosophila suzukii), que ha provocado pérdidas significativas en el cultivo de frutilla y cereza.
La intervención de control biológico se lleva a cabo en parcelas de Sant Pol de Mar (comarca del Maresme, Cataluña), bajo el auspicio del Departament d’Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Generalitat, en colaboración con el IRTA (Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries). Esta acción busca que la avispa se integre al ecosistema agrario local, reduzca la dependencia de los agroquímicos y aporte un control más sostenible a mediano y largo plazo.
Un enemigo natural para una plaga difícil de erradicar
D. suzukii es una especie invasora originaria de Asia que, a diferencia de otras moscas de la fruta, posee un aparato ovipositor capaz de perforar frutas maduras sanas y depositar huevos en su interior, lo que deriva en daños irreversibles para la fruta. El año 2025 ha sido especialmente crítico para los productores, pues factores climáticos como lluvias abundantes y elevado grado de humedad han favorecido la proliferación de la plaga. Según los últimos informes oficiales, se ha observado una afectación del 43 % en fincas de frutilla y del 12 % en fincas de cereza en las parcelas evaluadas por la administración.
Frente a esta situación, los insecticidas convencionales han demostrado poca eficacia para controlar altas poblaciones, además de encarecer los costos para el agricultor. Por ello, esta iniciativa representa un cambio estratégico hacia la gestión integrada de plagas mediante métodos biológicos, con la intención de generar un “ejército natural” contra la mosca.
¿Qué se espera del programa piloto?
El proceso se llevará a cabo de forma controlada y periódica, con liberaciones de los parasitoides en zonas de baja presión fitosanitaria, donde la avispa pueda establecerse y expandirse gradualmente. Técnicos e investigadores monitorearán la dispersión, supervivencia y efecto sobre la población de la mosca.
Según Jordi Riudavets y Pablo Urbaneja-Bernat, coordinadores del proyecto, este paso es clave porque es la primera vez que se introduce un parasitoide larvario específico para esta plaga en Cataluña, lo que abre “nuevas perspectivas para un control biológico más robusto y sostenido”. Asimismo, Anna Lekumberri, jefa del servicio de sanidad vegetal, señala que la aprobación de este insecto foráneo ha sido excepcional, pero necesaria para enfrentar una crisis fitosanitaria de magnitud.
Si los resultados son positivos, la metodología podría extenderse a otras comarcas afectadas por la plaga, adaptándose a las condiciones locales de cultivo de frutillas.
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Este modelo es especialmente relevante para regiones donde el cultivo de frutilla enfrenta presiones similares por plagas, condiciones de humedad o restricciones en el uso de productos fitosanitarios. Al incorporar enemigos naturales como parasitoides específicos, se impulsa un enfoque más ecológico, con potencial para:
- Reducir costos en insumos químicos
- Mejorar la sustentabilidad del cultivo
- Minimizar residuos químicos en el fruto
- Generar una imagen de producción más ecológica y resiliente
Sin embargo, para replicar este sistema con éxito es imprescindible:
- Realizar estudios de riesgos (ecológicos y de compatibilidad local)
- Obtener permisos regulatorios para liberaciones biológicas
- Monitorear estrechamente el impacto y ajustar tácticas
- Integrarlo dentro de programas de manejo integrado de plagas (MIP)
Perspectivas para la bioprotección en frutilla
La incorporación de enemigos naturales como Ganaspis kimorum representa un paso clave hacia la bioprotección moderna de cultivos. En frutilla, este tipo de estrategias podría integrarse con el uso de bioinsumos, trampas de monitoreo y liberaciones controladas, generando sistemas productivos más estables y resilientes. A largo plazo, la adopción de controladores biológicos contribuirá a disminuir la presión de resistencia a insecticidas y a fortalecer la trazabilidad sustentable exigida por los mercados internacionales. Su éxito dependerá de la investigación local y de la capacitación técnica de los productores.
Fuente: IRTA
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